Un águila se lleva a su conejito del jardín – ¡Lo que descubren los vecinos te dejará alucinado!

El instinto se apoderó de ella. Lo cogió en brazos y sintió los latidos de su corazón agitarse contra su pecho. Aquella noche lo llamó Pablo, por un personaje de la tele que la hacía reír cuando casi nada más podía hacerlo. Fue impulsivo. Pero, de algún modo, encajaba.

Desde aquel día, Pablo se convirtió en el centro de su mundo. No esperaba que un conejo fuera tan listo: aprendía rutinas, dónde estaba el tarro de las golosinas e incluso respondía a su nombre. No sólo era adorable; era listo, curioso y lleno de personalidad. Estaba completamente enamorada.