Necesitaba algo más que determinación: necesitaba dirección. Sacó el teléfono y se puso a leer mensajes y nombres hasta que uno le llamó la atención: el de un amigo íntimo que vivía un par de pueblos más allá. No sabía si tendría tiempo de venir, pero valía la pena intentarlo. Necesitaba toda la ayuda posible.
Dudando un segundo, tecleó: «Alex, sé que es mucho pedir. Pero necesito tu ayuda. Pablo ha desaparecido. Estamos buscando en el bosque. Si puedes venir…» Pulsó enviar. El mensaje parecía una súplica, pero también la última carta que le quedaba por jugar.