A medida que anochecía, empezaron las dudas. Algunos murmuraban sobre la creciente oscuridad, otros intercambiaban miradas que lo decían todo. Samantha captó las palabras: no creían que lo encontrarían. Cada comentario caía como una grieta a través del cristal, presionando con más fuerza la frágil fortaleza que apenas mantenía unida.
Cuando regresaron a su casa aquella noche, la búsqueda no había dado ningún resultado. Samantha se desplomó en los escalones del porche, con los miembros pesados y el espíritu vacío. El dolor en el pecho le recordaba los peores días después del divorcio. Incluso el tictac del reloj interior parecía burlarse de ella.