La siguiente casa era más tranquila. Un modesto porche con campanillas de viento y un rosal bien cuidado. Llamó a la puerta y, tras una larga pausa, respondió una joven pareja. Al principio dudaron, intercambiaron una mirada, pero finalmente el hombre se apartó. «Pasen», dijo. «¿Usted es la que se ha mudado al número 12?»
«Sí, hace unos meses», respondió Rose, dejando los donuts en la encimera de la cocina. «Pensé en presentarme como es debido» Mantuvo su voz ligera, casual. Ni rastro de insomnio o miedo. La pareja le ofreció café y, por un momento, pareció una mañana normal. 20