Lo documentó todo: fechas, capturas de pantalla y mensajes de voz, y los guardó ordenadamente en una carpeta. Si las cosas iban a más, quería pruebas. Pero en el fondo, esperaba no tener que usarlas nunca. Ganar por dignidad siempre había sido su rebelión silenciosa.
La lealtad de Daniel empezó a tambalearse bajo presión. Su madre le susurraba dudas constantemente: «¿Estás seguro de que no te está utilizando?» «No es demasiado tarde para hacer una pausa o cancelarlo» Al principio defendió a Mia, pero el cansancio ablandó su determinación. Cuando olvidó presentarse a una cata que ella había organizado, su paciencia empezó a agotarse.