La niñera oye ruidos en el piso de arriba, así que el padre comprueba la cámara oculta y capta una pesadilla en su cocina

El interior de la casa era ordenado, luminoso y acogedor en el mejor de los sentidos. Juguetes metidos en cubos, obras de arte alegres pegadas a la nevera y un ligero olor a detergente a la deriva desde algún lugar del pasillo. Parecía una casa donde las rutinas importaban, donde la gente se esforzaba al máximo.

Entonces apareció Tommy, asomándose por la esquina. Llevaba un dinosaurio de peluche en el pecho y tenía los ojos grandes y curiosos. Kayla se agachó un poco y le dedicó una suave sonrisa. «Hola, colega. Soy Kayla. He oído que te gustan los dinosaurios» Tommy asintió tímidamente con la cabeza, acercándose de esa forma tentativa que tienen los niños pequeños. Justo cuando Kayla sintió que se relajaba, entró Sabrina, la madre de Tommy.