La niñera oye ruidos en el piso de arriba, así que el padre comprueba la cámara oculta y capta una pesadilla en su cocina

Cuando Mark respondió a los pocos minutos, dándole las gracias como si le hubiera salvado la semana, Kayla sintió un pequeño alivio. Había tenido suerte de encontrar el puesto cuando lo hizo. Un simple trabajo de canguro podría ayudarla con la compra, el material escolar o los ahorros que guardaba en un tarro debajo de la cama.

Pero más que eso, Kayla esperaba que el trabajo le diera un respiro del constante peso de la responsabilidad en casa. Unas horas en otra casa, con un niño al que cuidar y una tarea clara en la que concentrarse, sonaban exactamente a la estabilidad que necesitaba.