La niñera oye ruidos en el piso de arriba, así que el padre comprueba la cámara oculta y capta una pesadilla en su cocina

Sabrina apareció detrás de él, en silencio, observándolos a ambos. Kayla sintió que se le retorcía el estómago. No se quedó mucho después de aquello. Pero mientras volvía a casa, su mente daba vueltas a una única verdad: alguien había estado arriba. Alguien que no debía estar allí.

A la mañana siguiente, Mark abrió la puerta antes de que Kayla pudiera llamar. Parecía que no había dormido: las tenues sombras bajo los ojos, la tensión en la mandíbula, la forma en que no dejaba de mirar hacia atrás, hacia las escaleras. «Hola, Kayla», dijo en voz baja. «Sobre lo de ayer… gracias por contármelo. De verdad» Ella asintió. «No quería sobrepasarme, sólo…»