«Lo sé», susurró Kayla. «Lo siento. Es que… de verdad he oído algo» «No es nada», repitió Sabrina en un tono firme y pulido. «Sólo… vete a casa y descansa. Te veré mañana» La llamada terminó antes de que Kayla pudiera responder. Salió de la casa rápidamente, cerrando la puerta tras de sí, pero su corazón no se detuvo hasta que estuvo a mitad de la calle.
No dejaba de mirar hacia atrás, medio esperando que alguien apareciera por la ventana del piso de arriba. Esa noche, regresó brevemente para recoger el cuaderno que había olvidado. Su intención era entrar y salir sin hacer ruido, pero cuando se acercó al porche, unas voces apagadas atravesaron la puerta.
