Fue entonces cuando ocurrió. Un fuerte golpe en el piso de arriba. Kayla se detuvo a medio paso. Le siguió otro golpe, más fuerte esta vez, lo bastante agudo como para vibrar débilmente a través de las tablas del suelo. Miró hacia arriba, con el pulso martilleándole la garganta. Durante un aterrorizado segundo, pensó que Tommy podría haber estado arriba.
«¿Tommy?», llamó, con voz temblorosa. «Amigo, ¿estás ahí arriba?» Silencio. Entonces- Correr. Una carrera real e inconfundible por el pasillo de arriba. No el ligero golpeteo de los pies de un niño. Estos pasos eran pesados. Rápidos. Adultos. Kayla se quedó sin aliento. Sabrina tenía a Tommy con ella. Mark estaba en el trabajo. Kayla había llegado sin avisar. No debería haber nadie arriba.
