Con los alumnos a salvo, Tina volvió a centrar su atención en el pasillo. Los lobos seguían allí, inquietos, con el extraño objeto colgando de la boca del que parecía ser su líder. Sabía que tenía que sacar a los animales antes de que hirieran a alguien.
El subidón de adrenalina del momento anterior no fue nada comparado con lo que Tina sintió a continuación; el corazón le martilleaba en el pecho con una intensidad que ahogaba todo lo demás. La visión de los lobos se grabó en su mente, una imagen vívida que no podía ignorar. Se vio obligada a actuar, impulsada por una mezcla de preocupación y curiosidad.