Pero mientras corrían, el lobo alfa se detuvo de repente y se volvió, con su mirada profunda y penetrante clavada en Tina. Parecía estar esperándola, con ojos suplicantes y urgentes, obligándola a seguirla. El aire estaba cargado de tensión y expectación, dejando a Tina con una inexplicable sensación de determinación.
Los ojos de Tina se abrieron de par en par, sorprendida. El comportamiento del lobo no tenía nada que ver con la postura agresiva que había mostrado al principio. Parecía como si la estuviera invitando, instándola a seguirle. Había inteligencia en su mirada, una comunicación silenciosa que resultaba asombrosa y misteriosa.