Un lobo se niega a moverse: un veterinario se sorprende al descubrir la verdadera razón

El cachorro gimió, tropezó y se apretó contra el pecho de la loba como si fuera su madre. Adrián sintió que se le cortaba la respiración. Se suponía que el depredador y la presa no debían cruzar esas líneas, pero ahí estaban: un oso huérfano aferrado a una guardiana que no le debía nada.

La loba se tumbó pesadamente, acurrucándose alrededor del osezno. Aún se le veían las costillas, su cuerpo seguía frágil, pero su vigilia había terminado. Había pasado hambre, sufrido y soportado tormentas para proteger a la cría de otro. El cachorro se acurrucó en su vientre, por fin a salvo en el calor de su pelaje.