Un lobo se niega a moverse: un veterinario se sorprende al descubrir la verdadera razón

Apoyó la palma de la mano en el suelo y sintió cómo el frío se filtraba a través del guante. Allí oyó una vibración, débil pero innegable. El sonido de algo luchando bajo el suelo. Se le aceleró el pulso. Cogió la pala y la levantó sólo unos centímetros, con cuidado de mantener el cuerpo en ángulo contrario al del lobo.

El gruñido fue agudo, cortando la corriente del río. Adrián se quedó helado, con el corazón golpeándole las costillas. El cuerpo del lobo se enroscó y su peso se desplazó hacia las patas delanteras, listo para saltar. Durante un momento interminable, el depredador y el hombre se miraron. Luego, lentamente, Adrian volvió a dejar la pala en el suelo.