Un lobo se niega a moverse: un veterinario se sorprende al descubrir la verdadera razón

El lobo no se movió ni siquiera cuando las botas de Adrián hicieron crujir las ramas cercanas. Movía las orejas, pero el resto del cuerpo permanecía inquietantemente inmóvil. Siguió caminando, convenciéndose de que no debía interferir. Sin embargo, seguía sintiendo una punzada de inquietud, lo bastante aguda como para seguirle hasta casa.

Más tarde, ese mismo día, el deber le hizo volver por el mismo camino. Le habían llamado de una granja que lindaba con el bosque. Se trataba de un perro herido con una pata destrozada por el alambre de espino. La ruta a través del bosque era la más rápida, y llevaba su equipo colgado de un hombro.