Un hombre tuvo que sacrificar a su perro porque no tenía dinero para el tratamiento, pero el veterinario hizo algo inesperado

Cuando se calmó el ajetreo, Derrick se acercó al encargado y le pidió más tareas. Limpió derrames pegajosos en los pasillos, ordenó inventarios torcidos y fregó los sucios baños. El sudor le brillaba en la frente. Siguió adelante, decidido a reunir todos los dólares posibles antes del amanecer, ignorando el dolor de sus miembros.

Durante toda la noche, el teléfono de Derrick vibró sin cesar, la pantalla parpadeando con notificaciones de correo electrónico. En un momento libre, echó un vistazo a la lista de remitentes: nombres que no reconocía, de lugares de los que nunca había oído hablar. Puso los ojos en blanco y volvió a meterse el teléfono en el bolsillo, considerándolo un ataque de spam.