Su orgullo le gritaba que se negara, que les dijera que no necesitaba su ayuda. Pero la sinceridad de sus voces, la calidez de sus palabras, derribaron los muros que había levantado a su alrededor. «¿Por qué hacen esto?», preguntó con voz ronca y temblorosa.
La mujer mayor sonrió, con ojos suaves. «Porque podemos», dijo simplemente. «Y porque nadie debería tener que luchar solo» La joven madre asintió con la cabeza, haciendo rebotar suavemente a su hijo.