Las palabras persistieron mucho después de que el sonido se hubiera desvanecido, no eran exactamente una amenaza, pero estaban lo bastante cerca como para parecerlo. Desde su porche, Walter podía ver el cambio que estaba tomando forma incluso antes de que una sola pala tocara el suelo. La hierba estaba pisoteada, el horizonte abarrotado de maquinaria. Su tranquilo rincón del mundo se estaba convirtiendo en un escenario.
Al principio, intentó ignorarlo. Cerró las ventanas para bloquear el sonido, trasladó su caballete a la trastienda y sólo dibujaba de noche. Pero el ruido se abría paso. Los motores paraban durante horas. Las alarmas de seguridad sonaban a ráfagas. Los metales sonaban como disparos cuando descargaban los suministros.
