Se mantenían erguidos, formando un sólido muro de autoridad, y Kristen podía sentir el peso de su mirada al fijarse en el hombre que acababa de salir del avión. El impostor, felizmente inconsciente de la trampa en la que se había metido sin darse cuenta, entró con paso seguro en la terminal, con un comportamiento que no se correspondía en absoluto con la gravedad de la situación.
Había una sensación de inevitabilidad en el aire, como si el universo hubiera conspirado para llevarle a ese momento. De repente, uno de los soldados se adelantó, con voz grave pero autoritaria, cortando el ruido de la bulliciosa terminal.