Al cabo de unos segundos, se aclaró la garganta, con voz débil. «Disculpe», consiguió decir. Se levantó despacio, apoyándose en el reposabrazos, y se dirigió hacia el lavabo sin mirar a ninguno de los dos a los ojos. Elise lo observó, inquieta por el temblor de sus movimientos.
El hombre cerró la puerta del lavabo tras de sí y Elise lo imaginó apoyado en ella, recogiéndose. No sabía qué pensar de todo aquello: de su reacción ante el collar y, ahora, de aquella reacción abrumadora ante la foto de su abuela.
