Su tío le prohibió entrar en el desván. Tras su muerte, lo que encuentra lo cambia todo

Elise no durmió bien aquella noche. La casa era demasiado silenciosa en los sentidos equivocados y demasiado ruidosa en otros, gimiendo con cada movimiento de su armazón, susurrando corrientes de aire por el pasillo. Había olvidado lo que se sentía al dormir con tanto vacío a su alrededor.

Incluso la cama crujía como si suspirara bajo el peso de los recuerdos. Se arrebujó en las sábanas y se quedó mirando el techo hasta que amaneció. Al día siguiente, hizo una lista: arreglar el tejado, cambiar la caldera, vaciar la despensa del piso de abajo, donde probablemente seguían los ratones.