El último racimo de uvas de aquella rama yacía aplastado en la tierra. Robert se agachó junto a él y se quedó mirándolo largo rato. No recogió las uvas. No apartó la tierra. Se limitó a mirar, con la respiración entrecortada.
Algo en él se hundió. No sólo estaba perdiendo el control de su tierra, sino también el recuerdo de la única persona que la había amado por completo. Volvió a la casa aturdido. La puerta del porche crujió cuando entró.