El tigre había estado quieto hacía unos momentos. Ahora parecía un trueno envuelto en pelo. A Jamie le temblaban las manos. «¡Apágalo! Por favor, ¡apaga el sonido!» Justo cuando el cuidador cogió su radio, algo cambió. Los ojos de Meera volvieron a encontrar a Nibbles. Se calmó un poco. La tensión de su columna se relajó. Su cola se ralentizó. Pasó otro largo segundo.
Entonces, casi a regañadientes, se apartó de la multitud y se acercó a la roca. Las sirenas se apagaron. Volvió el silencio, denso y tembloroso. Meera llegó a la roca. Mordisquitos se acercó con cautela, olfateando el aire. Meera se inclinó hacia él y, como antes, le olisqueó la parte superior de la cabeza.