John no veía otra salida a su desconcertante situación y anhelaba volver a su tranquila vida de jubilado. Parecía que el único camino hacia ese objetivo era firmar ese documento, descubrir la verdad y marcharse de inmediato. Con dedos temblorosos, cogió la pluma, se apresuró a pasar a la última página y estampó su firma. Sintió el aliento colectivo de los funcionarios del gobierno reunidos en su cuello, la sala consumida por un silencio inquietante. Tras su firma, fue como si todos pudieran exhalar de nuevo. ¿Qué demonios era tan confidencial?
Finalmente, la mujer rompió la quietud reinante. «Señor Baxtern, parece que ha encontrado algo más que un espécimen inusual de la naturaleza», dijo, con una sonrisa enigmática jugueteando en sus labios. «Ha tropezado con algo que no está destinado a estar en manos de civiles»