Cada hombre era un engranaje de una máquina bien engrasada, cuyas tareas realizaban con una eficacia escalofriante, tan sobrecogedora como intimidante. Hablaban en un lenguaje repleto de acrónimos crípticos y jerga militar que hacía que a John le diera vueltas la cabeza. Desde los seguros confines del sofá de su salón, vio cómo su vida cambiaba de rumbo y se convertía en un torbellino de acontecimientos imprevistos.
John ya no era simplemente John Baxtern, el profesor de inglés jubilado y ávido observador de aves. Su nuevo título era algo más peculiar: John Baxtern, el hombre que había desenterrado un descubrimiento ultrasecreto. ¿Y lo más frustrante? No tenía ni idea de lo que estaba pasando..