El alivio inundó su expresión, cautelosa, incrédula, pero real. Él se inclinó hacia delante, mirándola a los ojos. «Elena, eres libre. Libre de verdad» Algo en su interior pareció aflojarse al oír esas palabras, como si el peso invisible que llevaba encima por fin hubiera sido reconocido y levantado.
Elena inhaló temblorosamente, secándose las lágrimas que no se molestó en ocultar. «No esperaba que nadie volviera a creerme», susurró. Evan negó suavemente con la cabeza. «Nunca necesitaste que lo hicieran. Sólo necesitabas volver a creer en ti misma después de haber sido tan profundamente destrozada por la persona en la que confiabas»
