Su mano presionaba el pecho de Liam, pesada como el hierro. «Silencio», repitió, con un tono tan agudo que podía cortar. La voz de Ethan llegó grave y firme desde su lado. «No lo hagas. Déjalo» Sus ojos permanecían fijos en los piratas, pero sus palabras iban dirigidas a Liam. «No puedes detenerlos» Otra caja se abrió con un chasquido de cierres metálicos.
Los piratas aplaudieron y sacaron un elegante conjunto de sensores como si fuera un tesoro. Uno de los hombres se rió y lo levantó antes de dejarlo caer descuidadamente en la caja. Liam hizo una mueca de dolor, un sonido como el de un animal herido que brotó de su garganta. Ethan le lanzó una mirada de advertencia. «Respira. Respira» La cubierta retumbó bajo el peso del equipo que arrastraban hacia la barandilla.