Un jubilado estaba harto de que los ciclistas atravesaran su jardín, así que diseñó la trampa perfecta

La ola de frío había mantenido baja la temperatura del estanque. Clarence alimentó la línea a través de una sección sombreada para preservar el frío. No estaba helada, pero picaba. Y mezclado con el limo del estanque y una pizca de sedimento del jardín, se pegaba. No lo suficiente como para hacer daño, pero sí para molestar profundamente.

Sonrió, sólo ligeramente. Si la ciudad no los detendría, y las señales no los detendrían, y sus palabras no importaban, entonces tal vez una sorpresa lo haría. No una pelea. Ni una amenaza. Sólo un recordatorio húmedo y embarrado de que este patio pertenecía a alguien.