Sin embargo, a pesar de su apoyo, nadie del albergue había visto el atraco. La frustración de Leah fue en aumento, pero siguió adelante. Se sentía como si estuviera persiguiendo sombras, tratando de armar un rompecabezas al que le faltaban piezas. La falta de pruebas concretas la corroía.
Después de agotar la mayoría de sus pistas, Leah se encontró en una pequeña tienda frente al callejón. Le contó la historia de Samuel al tendero. Conmovido por su insistencia, el tendero se ofreció a que Leah revisara las grabaciones de seguridad de ese día.