«Esta no soy yo», dijo, levantando el papel sin apartar la vista de él. Ashley se levantó, se acercó y le cogió la hoja de la mano. Su rostro cambió al leerla. «No es tu expediente», dijo en voz baja. Su voz era tranquila, pero sus dedos se enroscaban con fuerza alrededor del borde.
Al cabo de unos minutos, reapareció una enfermera, seguida de dos médicos. Volvieron a revisar el expediente. Se cotejaron las páginas. Se escanearon los códigos de barras. Y entonces llegó la explicación, dada con cuidado, pero inequívoca en su finalidad. «Hubo una confusión de códigos de barras el día de la admisión», dijo uno de ellos. «Dos pacientes llamados Tula. La misma inicial. Plantas diferentes»