El silencio que siguió fue tan denso que podría haber hecho añicos un cristal. Tula le miró como si hubiera hablado en lenguas. «¿Crees que estoy qué? ¿Embarazada? ¿A los setenta y dos?» Ashley jadeó audiblemente detrás de él, agarrándose a la silla. «No», dijo ella. «Eso no es posible. No es posible»
Tula se volvió hacia su hija, con los ojos desorbitados. «¿Crees que he… estado con alguien?» Su voz era fría, más aguda de lo que había sido nunca. «No te atrevas a preguntarme eso. No me insultes así» Ashley sacudió la cabeza rápidamente, con las lágrimas acumulándose. «No, no lo hice… sólo… ¡estoy tratando de entender!»