Un oso polar intenta llamar la atención de un barco pesquero. Cuando la tripulación se da cuenta del motivo, bajan un barco de rescate

Juntos formaban toda la tripulación del Odin’s Mercy, un riesgo calculado para una operación de dos hombres. No confiaban en los demás y no los necesitaban. La nave era pequeña, delgada y fiable. Todo se hacía a mano, cada movimiento ensayado durante años de trabajo conjunto.

Habían perseguido una migración de bacalao a finales de temporada al norte de las rutas habituales, guiados por el sonar y el instinto. La recompensa era prometedora: pescado frío y limpio en cantidad. Suficiente para que el combustible y la congelación merecieran la pena. Pero entonces empezaron a llegar los informes: acumulación de bajas presiones, sistemas tormentosos que cambiaban de rumbo, presión que caía rápidamente.