Volvió la vista hacia el barco y emitió el sonido más fuerte hasta entonces: un aullido profundo y resonante que cortó el rugido del viento que se acercaba. «Allí», dijo Elias, señalando. Al principio, Henrik sólo vio sombras y hielo. Entonces, escondido en una hondonada poco profunda entre dos crestas, algo se movió.
Diminuto. Peludo. Apenas visible. Un cachorro. Su pata delantera se sacudió contra el hielo, y su pequeño cuerpo se movió, pero no se levantó. Estaba atrapado en una grieta no más grande que una caja de pesca. Tenía una pata mal doblada. Su boca se abría y se cerraba, sin que ningún sonido llegara por encima del viento.