La osa permanecía cerca, deteniéndose a menudo para comprobar lo que ocurría detrás de ella, emitiendo graznidos bajos y jadeantes como pulsos de sonar. Nunca aceleró el paso. En todo caso, parecía estar midiendo su compromiso. Elías la observaba desde la cubierta, con el corazón latiéndole ahora con más fuerza. «Henrik…»
«¿Si?» «Si ella nos está guiando a algún lugar… ¿qué vamos a encontrar?» Henrik no respondió. Sólo apretó el volante y continuó siguiéndola en la niebla. El cielo había empezado a cambiar. Al principio, era sólo un sutil moretón a lo largo del horizonte, una mancha azul acero donde las nubes se reunían en silencio.