El oso volvió a golpear el agua, emitió otro graznido grave y empezó a nadar -lentamente- hacia la dirección que había indicado. Cada pocas brazadas, se detenía y miraba hacia el pesquero. «Quiere que la sigamos», dijo Elías.
Henrik ya estaba volviendo al puente de mando. «Entonces le seguimos» Elías parpadeó. «¿En serio?» «Algo va mal. No sé qué, pero no lo ignoro» Henrik se dejó caer en la silla del capitán y accionó la palanca del motor.