Los chicos se detuvieron un momento antes de que uno sonriera. «¡Por supuesto! Tenemos sitio para uno más» En cuestión de segundos, James formó parte del grupo. Le informaron sobre el barrio: la mejor charcutería, los vecinos más agradables e incluso la cafetería que daba batidos gratis por las buenas notas.
Cuando el sol empezó a ponerse, proyectando un cálido resplandor sobre el parque, James sintió que la tensión se relajaba. Había hecho amigos. Pero mientras los niños reían y jugaban, su mente volvía al cobertizo del final de la calle.