Al final, los atrapasueños de la anciana también encontraron un nuevo hogar. Se corrió la voz sobre su historia y su artesanía, y pronto pudo vender sus creaciones a los vecinos. Con su reputación limpia, dejó de ser temida. Por fin la veían como lo que realmente era: una mujer sola que intentaba sacar lo mejor de sí misma.
La valentía y la empatía de James habían transformado por completo la vida de la anciana incomprendida. Con su voluntad de escuchar y ayudar, no sólo cambió su vida, sino que también enseñó al vecindario una valiosa lección sobre la compasión, la comprensión y el hecho de no juzgar a los demás por lo que aparentan ser. Fue un final feliz, que le acompañaría siempre.