Cuanto más exploraban los niños, más se daban cuenta de que se habían equivocado completamente sobre la anciana. Tristes por haberla malinterpretado, los niños del barrio se sintieron profundamente arrepentidos. Conmovidos por su historia, decidieron ayudarla. Juntos planearon un puesto de limonada para el verano, y todos los beneficios se destinarían a la anciana para ayudarla a arreglar su cobertizo y pagar la factura del hospital.
James y sus amigos trabajaron duro, montando el puesto todos los fines de semana, sirviendo limonada y corriendo la voz. Sus esfuerzos no tardaron en dar fruto. El dinero recaudado permitió a la mujer recibir las reparaciones que necesitaba y las comodidades que le faltaban. Los niños se sintieron orgullosos, sabiendo que estaban marcando la diferencia.