«Ayúdame», susurró la voz, provocando un escalofrío en James. Se quedó clavado en el sitio, con los latidos del corazón en la garganta. Luego volvió a sonar, más fuerte, más clara. «Ayúdame Esta vez, las palabras parecían un grito desesperado, que tiraba de algo muy dentro de él.
El miedo le invadió como un maremoto, pero algo más, la urgencia de aquella voz, le hizo darse la vuelta y correr hacia la casa. No podía ignorarlo. Tenía que decírselo a su madre. Alguien estaba sufriendo.