El garaje ya no era un símbolo de pérdida. En su lugar, representaba la resistencia y el poder de las segundas oportunidades. Robert prometió ser menos cínico y aceptar más a los demás. Aunque seguía extremando la precaución, por ahora se permitía simplemente respirar.
Al cerrar la puerta de un nuevo día, Robert sintió que el peso de las últimas semanas empezaba a desaparecer. No había garantías sobre el futuro, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que había marcado la diferencia. Y eso, decidió, era suficiente.