El hospital elogió a Nathan por su rapidez mental. Reconocieron su valentía al descubrir los robos y le recompensaron por su iniciativa. Pero a pesar de los elogios, la verdadera recompensa fue el alivio de saber que se había enfrentado a algo aterrador y le había puesto fin.
Cuando Nathan se dirigía al trabajo al día siguiente, una sensación de paz se apoderó de él. El depósito de cadáveres, antes lleno de temor, ya no le atormentaba. Las sombras se habían despejado y se había quitado un peso de encima. Por primera vez, se sintió preparado para enfrentarse a lo que viniera, sabiendo que podía hacerlo.