Los agentes aseguraron las pruebas y sellaron el maletín con cintas inviolables. Uno se detuvo junto a Evan. «El trabajo de tu padre no morirá esta vez. Calder recibirá su justa recompensa», prometió. Evan asintió mientras el sol se filtraba suavemente sobre el hormigón. El mundo parecía cambiado, pero por primera vez, anclado en la verdad y no en el miedo.
Mientras el sol calentaba el cielo fuera del almacén, Evan observó cómo los agentes cargaban las pruebas en vehículos blindados. Sintió que una tranquila certeza se instalaba en su interior: los asesinos de su padre se enfrentarían por fin a la justicia. El calvario no había terminado, pero la verdad había sobrevivido y Evan ya no se sentía solo portándola.
