Fuera, el frío le mordía la cara, la nieve caía en ondas suaves y brillantes bajo el resplandor de las farolas. Julie se apretó más el abrigo, el viento helado cortaba la tela y le escocía las mejillas.
Más adelante, el alce se erguía en el borde del aparcamiento, con su cornamenta proyectando sombras alargadas y dentadas sobre el inmaculado fondo blanco. Durante un momento permaneció inmóvil, con la respiración visible en el aire gélido. Luego, con un bufido grave, echó a andar.
