Un alce irrumpe en el hospital: una enfermera rompe a llorar por lo que ve en su cornamenta.

Al entrar en el frío aire nocturno, Julie sintió el peso de su decisión. Su parte racional aún le susurraba dudas, pero el paso firme del alce la silenció. Se movía con tal claridad de propósito que Julie no podía evitar creer que sabía exactamente a dónde iba.

Y así, con la nieve arremolinándose a su alrededor y el lejano resplandor de las luces del hospital desvaneciéndose tras ella, Julie lo siguió. No sabía lo que le esperaba, y no podía dejar de oír en su cabeza su propia voz preguntando: «¿Saldrá bien?».