Un alce irrumpe en el hospital: una enfermera rompe a llorar por lo que ve en su cornamenta.

El alce no se inmutó al oír su voz, sus ojos oscuros se mantuvieron fijos en los de ella. A Julie siempre le habían atraído los momentos sin sentido, las situaciones que parecían enigmas por resolver. Este era uno de esos momentos.

El alce no debería estar aquí, pero su presencia no parecía casual. Se movía con un propósito, su enorme cuerpo desprendía una tranquila determinación que la inquietaba y fascinaba a la vez. Metió la mano en el bolsillo y sacó el teléfono.