Le picaba la curiosidad, pero había algo más: una sensación inquebrantable de que aquella noche, que había empezado de forma tan normal, estaba a punto de convertirse en algo extraordinario. Con pasos lentos, Julie se acercó al alce y observó la maraña que rodeaba su cornamenta.
El plástico se agitaba ruidosamente mientras el animal sacudía la cabeza, con un gruñido grave que retumbaba en lo más profundo de su pecho. Casi podía sentir su frustración, su deseo de ser comprendido. Cuanto más se acercaba Julie, más detalles observaba.