Por un momento, los tres permanecieron en el claro, mientras la tensión de la persecución se desvanecía poco a poco. El viento agitaba las hojas a su alrededor, llevando consigo los suaves sonidos de la noche. El corazón de George empezó a calmarse al darse cuenta de lo que acababa de ocurrir.
Trueno no había estado huyendo de él. Había llevado a Jorge a alguna parte. Y el perro los había guiado a ambos. ¿Pero adónde? ¿Por qué? George frunció el ceño, enderezándose mientras miraba alrededor del claro.