La niñera no sabía que la estaban grabando: la dueña no podía creer lo que vio

Rosa se acercó la camisa a la cara. Destapó un pintalabios, se inclinó hacia delante y lo untó suavemente en el cuello, casi como un beso. Luego, como vencida por algo, abrazó la camisa contra su pecho. A Clara se le erizó la piel. Marc abrió la boca, pero no dijo nada.

«¿Qué…?», empezó a decir en voz baja. Clara no respondió. No podía. Siguieron mirando cómo Rosa volvía a doblar la camisa, ordenadamente, y la colocaba al final de la pila. Luego se recompuso y salió de la habitación como si nada hubiera pasado. La grabación tenía fecha y hora. Esa misma mañana.