Su corazón latió más fuerte. Se acercó la camiseta a la cara, con la incredulidad apretándole el pecho. Ese no era su tono. Nunca se pintaba los labios así. Dudó, luego aspiró y se le cayó el estómago. La tela desprendía un suave aroma floral. No era el suyo, pero sin duda le resultaba familiar… Era el de Rosa.
Clara se quedó inmóvil, agarrando la camisa con dedos temblorosos. Durante un largo rato se quedó mirándola. Entonces, algo en su interior se quebró. Se dio la vuelta, bajó las escaleras deprisa y con brusquedad, y sus pasos hicieron que Marc se levantara del sofá, sobresaltado.