La niñera no sabía que la estaban grabando: la dueña no podía creer lo que vio

La caja llegó dos días después. Clara esperó a que Marc se fuera a trabajar e instaló las cámaras ella misma: una encima de la puerta de la cocina, otra orientada hacia el salón y una tercera cerca del pasillo que conducía a los dormitorios. Nada evidente. Lo suficiente para captar lo que necesitaba, si es que había algo que captar.

Al principio, revisaba las grabaciones obsesivamente. Cada noche antes de acostarse. Cada mañana antes del café. Pero todo lo que veía era a Rosa doblando la ropa, barriendo el suelo, canturreando suavemente para sí misma. Marc iba y venía como siempre: sonriente, distraído, sin pasarse de la raya. Nada incriminatorio. Nada en absoluto.